La festividad de los Tosantos, tan querida y típica de Cádiz, parece venir a menos con cada año que pasa. Lo que antes era sinónimo de alegría, tradición y creatividad en los mercados de la ciudad, ahora lucha por mantener su esencia. Parece costar demasiado mantenerlo.
Para quienes crecimos en Cádiz, los Tosantos eran más que una simple fiesta. Recuerdo cuando el Mercado Central se llenaba de vida. Cada esquina estaba decorada, y todos los puestos mostraban ingenio y humor. Los comerciantes se esforzaban en sus creaciones, compitiendo para ver quién hacía reír más o sorprendía a los visitantes. Ir al mercado durante los Tosantos era una aventura. Había tanta gente que a veces era difícil moverse entre la multitud que venía a disfrutar de las decoraciones de los puestos y el ambiente festivo.
Pero esa emoción parece cosa del pasado. En la edición de este año los Tosantos se vieron apagados y, para muchos, fue decepcionante. Hubo menos puestos decorados, y la participación de los comerciantes ha ido disminuyendo con el tiempo. Cada vez son menos los que se animan a decorar sus espacios, y las decoraciones, excepto alguna excepción, ya no son tan originales ni elaboradas.
¿Dónde quedó la ilusión de los comerciantes por sorprender y hacer de los Tosantos una fiesta inolvidable? Quizás, como todo en la vida, la tradición ha cambiado. Los mercados, que antes eran lugares de encuentro y convivencia, se han adaptado a los tiempos modernos y a la economía turística de la ciudad. Es inevitable sentir nostalgia al recordar aquellos Tosantos de antes. La falta de implicación por parte de algunos comerciantes y de las nuevas generaciones en general muestra un cambio en los intereses y prioridades de la gente. La cultura de mercado, el contacto directo con los vecinos y el ambiente de camaradería que caracterizaba estos eventos parece estar desapareciendo.
¿Se está perdiendo, entonces, la tradición de los Tosantos en Cádiz? Tal vez. Pero aún queda una chispa de esperanza en cada puesto decorado y en cada detalle que mantiene vivo el recuerdo de esos años dorados. La verdadera pregunta es si estaremos dispuestos a revitalizar esta tradición o si, poco a poco, permitiremos que se desvanezca en el olvido.
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