Quizás en otra época si algún niño/a decía a su padre o madre que quería ser maestro, médico, ingeniero o cualquier otra carrera, provocaba una amplia sonrisa pero hoy en día con el mal ejemplo que dan las ligas de fútbol, televisiones y futbolistas no lo tengo tan claro. Seguro que muchos tienen en su mente que su hijo/a debe ser futbolista. Y es que es tal la invasión y la ostentación que trae el fútbol que ya no está mal visto dejar los estudios a un lado a temprana edad si tiene buenas cualidades para ser futbolista. Por supuesto con el consentimiento de sus progenitores que son los que en esta edad deben velar porque su hijo estudie y disfrute con su ocio del fútbol, al igual que podría ser la danza, el baloncesto o el kárate. Curiosamente los padres de los niños de estos deportes parece que lo tienen un poco más claro que los futboleros.
Así que voy al deporte rey puesto que me toca también a mi un poquito más cerca. Quizás amigo/a, padre o madre de ese niño que ves con tan buenos ojos para el fútbol sin importar sus estudios y su educación, este dato que te voy a dar te resulte cuando menos curioso. La probabilidad de que tu hijo/a sea futbolista profesional, entre los que incluyo a los de segunda división B que ganan generalmente el sueldo de cualquier oficio, es del 0.5%. Para que te hagas una idea y quizás te aclaren más los números, existe la misma probabilidad que te toque el gordo de la lotería de navidad comprando 6 décimos durante 20 años que podría ser la vida deportiva profesional de un futbolista, que la de que firme un contrato profesional tu vástago. Sin contar que cuando estuviese a punto de llegar ese momento, o en plena actividad, una lesión importante le apartara de su oficio.
Así que no consideremos al fútbol como primordial para nuestros hijos/as, sino como lo que es, una actividad extraescolar más. Llegado este punto me gustaría hacer hincapié en una situación sorprendente, veo últimamente en campos de fútbol carteles anunciando protección al menor, que si hay alguna situación de maltrato o menosprecio hacia un menor se denuncie pero igualmente veo una situación que se repite con frecuencia. Los ojeadores entran en los campos a buscar niños/as y hablar con sus padres para calentarle la oreja y llevárselos a un club de campanillas. A cambio aquel o aquella que hace uno o dos años iba a ser una estrella, ahora quedará apartado del equipo porque su nivel ha bajado. No es así, su nivel no ha bajado sino que ha desarrollado y su cuerpo está en continuo crecimiento y transformación. Lástima que esa ley del menor y esa protección no se aplique hasta por lo menos la edad de infantil o mejor aún cadete y los niños sigan en su casa, con sus padres hasta por lo menos los 14 años entrenando y disfrutando del fútbol con sus amigos, familia y el equipo de su pueblo. En definitiva como siempre ha sido y no por ello salieron menos futbolistas profesionales, el que vale vale ahora y dentro de 7 años. A esto hay que sumarle el esfuerzo maratoniano de las familias, que no es moco de pavo aunque sarna con gusto no pique.
Pero vuelvo al enunciado de este artículo. Cuando decidí ser médico no fue desde muy pequeño, sino que los caminos fueron llevándome a la medicina. Mi encuentro con el latín hizo que me decidiera claramente por ciencias en vez de letras y posteriormente que fuese la rama bio-sanitaria la que más me gustaba. De ahí a un día decirle a mi familia que quería ser médico. Ellos me apoyaron, pero antes mi padre por su experiencia quiso aclararme una serie de cosas. Para ser médico hay que estudiar mucho y la vocación tiene que ser primordial, es una carrera muy larga, con muy buena aceptación social pero a la que los políticos les gusta maltratar. Por eso los cambios en ella rara vez son a mejor y ahí es donde entra la vocación por tu profesión.
Sin duda hay una excesiva proporción de hijos de médicos que se hacen médicos. Los motivos para explicarlo son diversos: admiración hacia los padres, transmisión vertical de las aficiones y preferencias, expectativas creadas por los progenitores, etcétera. Como consecuencia se han generado multitud de estirpes médicas, en España y fuera de ella: los López Ibor, Ramón y Cajal, Barraquer, Vallejo-Nágera, Fernández-Vega o Broggi son sólo algunos ejemplos.
No sé si fue lo más acertado elegir o no medicina pero a mí me ha llenado de emociones, vivencias y experiencias asombrosas. Así que ante la esperada noticia sobre la elección profesional de su hijo/a sea médico o no, podemos reaccionar con pesadumbre, alegría o indiferencia. Pero posiblemente para entonces los dados ya están echados y, con independencia de lo que nos sugiera la noticia, debemos apoyar a nuestro hijo en el largo camino que tiene por delante.
Dr. Fernando Arévalo Rosado
Médico de Atención Primaria
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