botellon catedral segundosabado 98b6aCádiz se vistió de Carnaval, pero este año la tradición se tiñó de un tono distinto. Las plazas de la ciudad, que debían vibrar al compás de las coplas y agrupaciones, se convirtieron en escenarios de una celebración muy alejada del espíritu carnavalesco tradicional. El botellón, esa fiesta espontánea alimentada por el consumo de alcohol en la vía pública, se erigió como el protagonista inesperado de la jornada.

Desde que el sol comenzó a caer, la Plaza de la Catedral se transformó en el corazón de un Carnaval alternativo. No tardaron en sumarse otros espacios, como la plaza San Juan de Dios y los jardines de Canalejas, todos vibrando al unísono de una fiesta que, aunque llena de energía, distaba mucho de la esencia del Carnaval gaditano.

La ciudad parecía buscar su ritmo entre botellas y altavoces con reggaetón, lejos de las letras que enriqucen la fiesta, la de su patrimonio musical. 

Las voces de descontento no se hicieron esperar. Muchos señalan que las excursiones organizadas desde diferentes rincones de Andalucía no tenían como destino disfrutar de la riqueza cultural del Carnaval, sino participar en una fiesta de botellón que, aunque llena de júbilo efímero, opaca la verdadera razón de ser de estas fechas en Cádiz, la de un Carnaval de escuchar coplas, la de una explosión cultural convertida en macrobotellón de desfase.

 


 

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