En Cádiz, el Carnaval no es solo una fiesta de unos días; es el latido del corazón de una ciudad que se enorgullece de su cultura, su historia y, sobre todo, de su capacidad para unir a la gente en torno a la música, el humor y la crítica social. Pero últimamente, este latido parece desafinar ante una serie de desaciertos que han llevado a muchos gaditanos, incluido yo, a exclamar con preocupación y algo de desespero: "Bruno, arregla el Carnaval".

Y es que lo que hemos vivido recientemente dista mucho del espíritu auténtico y genuino de nuestro Carnaval Las agrupaciones callejeras, alma de nuestra fiesta, se ven silenciadas por sonidos ajenos a la tradición. No se trata solo de la música que invade nuestros espacios, sino de la atmósfera que se ha creado: gente desfasadísimas desde tempranas horas de la tarde, disfraces que parecen sacados de una discoteca andante y, lo que es peor, un ruido ensordecedor que ahoga las coplas de callejeras y romanceros, los que deberían ser los verdaderos protagonistas.

Porque no, amigo borracho, este no es tu Carnaval y tú no eres el protagonista de esta nuestra fiesta, por muchas ganas de protagonismo que tengas con los condones felices que te han repartido en el autobús viniendo de camino a la Tacita.

El Carnaval ha convertido las calles de Cádiz casi que en un escenario de caos, donde es imposible transitar por la ciudad sin toparse con botellones. Ayer, segundo sábado de la fiesta, era imposible pasar por Catedral o por Plaza de Mina. Las calles más estrechas del centro eran verdaderos urinarios públicos y, ¿sabes qué, alcalde? lo peor de todo es la sensación de vergüenza que como gaditano me da vivir todo esto, algo que me apena profundamente.

Lo vivido este segundo sábado de Carnaval fue el colmo: discotecas andantes tomando por asalto las calles donde deberían sonar golpes de cartelones o donde deberían vibrar cupletinas de arte.

Pero, ¿qué hacer ante esta invasión acultural que desvirtúa nuestro Carnaval? La solución no es sencilla, pero sí clara: volver a nuestras raíces. Es hora de que el Ayuntamiento tome cartas en el asunto, empezando por eliminar o regular estrictamente la famosa carpa, o alejarla al máximo del centro de la ciudad, que se ha convertido en macrobotellón. Sigamos el ejemplo de Almonte, que ha sabido proteger su fiesta prohibiendo la música ajena a la tradición del Rocío.

Alcalde Bruno, es momento de actuar. Es hora de exigir cambios, no solo por el bien de nuestro Carnaval, sino por el respeto a nuestra cultura. En Carnaval, solo debería haber Carnaval y solo así podremos proteger lo que nos define y nos une.

El Carnaval de Cádiz es un tesoro cultural que merece ser preservado, no solo para nosotros, sino para las futuras generaciones que merecen conocer y vivir su magia auténtica. Es el Patrimonio Inmaterial de la Humanidad que aún no ha sido oficialmente reconocido, pero que ha ido pasando de generación en generación con coplas eternas que canta su gente.

Bruno, arregla el Carnaval. Devuélvele su esencia, su alegría y asegúrate de que siga siendo el espacio de encuentro, diversión y reflexión que siempre ha sido. Porque el Carnaval de Cádiz no es solo una fiesta; es la voz de un pueblo que se niega a ser silenciado y que lo están silenciando.

 

Jesús Manuel López Capell
Director de Portal de Cádiz

 


 

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