digital 980x280px 6c788 


El fallecimiento del hostelero asidonense, Pepe Parrado, ha causado una profunda tristeza y consternación en el pueblo donde vio por primera vez la luz, del que tuvo que emigrar, con apenas 10 años, como muchos jóvenes de Medina, hasta la capital asidonense, en busca del pan y la sal o para ayudar en casa a su numerosa familia, debido a la crisis, el paro escasas perspectivas laborales en la localidad.

Nada saltar la noticia de la muerte por un infarto de Pepe Parrado, el pasado domingo cuando se encontraba de viaje en Tenerife, inmediatamente las redes sociales se llenaron de mensajes de pesar y condolencia a la familia, amigos y conocidos, entre ellos muchos jóvenes asidonenses a los que ayudó, cuando como él y por los mismos motivos. Tuvieron que emigrar a la capital. Gracias a su enseñanza, apoyo, consejos, sirvieron para que algunos de estos se independizaran de Pepe y continuaron la tradición hotelera en otros restaurantes, bares y ventas repartidas por toda la provincia o fuera de ella.

Si por algo era conocido en la capital, Pepe Parrado, propietarios de estos establecimientos donde se dice se guisan los más exquisitos caracoles de Cádiz, que desde su tierra les suministraban la familia de “Los Kascas”. Había que tener en cuenta que muchas generaciones de asidonenses, tenía como único modo de supervivencia, los productos autóctonos que producen la madre naturaleza, no solo los moluscos, sino las cabrillas, espárragos, tagarninas, conejos, perdices, venado, pese a la oposición de los grandes terratenientes propietarios de las fincas situadas en el término municipal, que la convirtieron en cotos privados, en vez de cultivarlas o labrarlas. Si a esto añadimos la mecanización del campo, que durante siglos fue fuentes de ingresos para los jornaleros y principal actividad económica del pueblo terminó por acabar con la agricultura y ganadería.

Corría el año 63, cuando Pepe marchó a la capital a “buscarse la vida” de la misma manera que lo habían hecho, 6 de sus 11 hermanos. De esta manera continuaba la tradición o vocación de su padre, Antonio Parrado, que había regentado una taberna de vinos en la plaza de la Cruz esquina a San Juan, donde estuvo el bar “Fernando”, el café copa “Nino” o el estudio de fotografía de “Pajarito”. Por este sitio en el mismo corazón del centro de Medina ha sido centro de atención de los empresarios o emprendedores de este sector.

Evidentemente no solo los caracoles fueron o es el producto estrella de los bares que regentaban, donde se pueden degustar los productos antes mencionados de su tierra.

Por tanto y así es reconocida, la vieja asido está como una de las capitales de la gastronomía andaluza y uno de sus principales embajadores en Cádiz, ayudando a expandirla, Pepe Parrado y sus hermanos.

Pepe Parrado, en no pocas entrevistas que ha concedido llegó a reconocer que cocinó 500 toneladas de caracoles en medio siglo en Cádiz.

El dueño de estos establecimientos cumplió el año pasado, 50 temporadas preparando este molusco de tierra que levanta pasiones y 60 desde que llegó desde su tierra natal, Medina Sidonia para trabajar cuando sólo era un chiquillo

Siempre pegado a una gran olla de caracoles fue buena parte de la vida y el éxito profesional de José, Pepe, Parrado Grimaldi, oficiante en las cocinas de sus establecimientos. de ese rito primaveral que es preparar este molusco de tierra que tanta pasión despierta por estas fechas.

A sus 71 años, Pepe celebraba en 2024 dos grandes aniversarios: sus cincuenta temporadas consecutivas de caracoles y 60 años desde que, como tantos otros niños de la provincia, llegase a la capital gaditana desde su Medina Sidonia natal para trabajar de sol a sol en los bares y restaurantes de aquel Cádiz en blanco y negro.

En más de una ocasión aseguraba que “Entonces seguían viniendo algunos gallegos y chavales de La Montaña, de Cantabria, pero pocos. Sobre todo, veníamos de Medina, de Alcalá de los Gazules, de la Sierra y también de El Burgo y La Yunquera... Pero con la ironía que caracteriza a los asidonenses, también subrayaba “los malagueños eran más listos que nosotros y se colocaban en los ultramarinos, que cerraban a mediodía y por la noche y no tenían que echar tantas horas... “

Pepe empezó en el oficio, trabajando primero de diez de la mañana a dos de la madrugada en La Bella Sirena, en la calle Lázaro Dou, donde hoy está el Fogón de Mariana. Aquella era una calle de bares y tiendas emblemáticos como el Bar Cántabro, La Primera de Cádiz o El Rincón.

Aseguraba que sólo “parábamos para comer y había temporadas que estaba abierto las 24 horas del día”.

Pepe aterrizó en Cádiz un 3 de abril de 1963. Su hermano mayor, Salvador, ya estaba aquí.

Pese a aquellos horarios interminables, Pepe se siente muy agradecido con la familia que le enseñó el oficio, aunque ya venía aprendido con recetas de su madre y abuela le trató “como a un hijo” y le proporcionó un futuro.

Duro, pero futuro. Su familia la formaban once hermanos y de camino al colegio en Medina, el mayor y el, que fue el segundo, pasábamos por casa de mi abuela materna, en la calle La Loba. que siempre les guardaba algo de pan para desayunar. El domicilio familiar lo tenían en la calle San Francisco de Asís, 8.

Era lo que había... En Cádiz cuando llegó estaba a pensión completa: le pagaban la ropa, los zapatos y hasta el corte de pelo y dormía en la misma habitación que los dos hijos del dueño.

Entonces cobraba 450 pesetas al mes y mi hermano 750; eso permitía que mi padre se llevase 1.150 para el pueblo...

Después de diez meses trabajando les dieron de vacaciones un día por mes”. Seis de los once hermanos se han dedicado a la hostelería.

Pero volviendo a los caracoles, Pepe comenzó haciéndolos en el Costa Sol, un bar que estaba frente a la playa de Santa María del Mar, en el mismo local que ocupa hoy el Candilazo.

En 1974 abrió el Bar Trille, en la calle del mismo nombre, junto al Colegio Rebaño de María. Allí completó once temporadas antes de establecerse en el Mari y Jose junto a uno de sus hermanos, donde acaba de inaugurar la quincuagésima.

En la capital contrajo matrimonio con Antonia Blanco Morales, fallecida en 2005, su compañera de vida y de jornada laboral durante casi 20 años.
Cuando Pepe comenzó a poner caracoles, cerca suya sólo los hacían en el Bar Benítez, en García Carrera. Luego se pusieron de moda y todo el mundo se subió a ese carro porque, aunque tienen mucho trabajo resultan muy rentables.

Y es que Pepe, llegó a decir que en un día punta llega a vender hasta 150 kilos. Durante los cuatro meses y pico que dura la temporada caracolera que brota en Cádiz y provincia todas las primaveras, de las ollas, solo del Mari y José solía salir ahora hasta 10 toneladas, todos de su tierra Medina Sidonia o pueblos cercanos.

Ahora los caracoles son todos de Marruecos, y decía “quien diga lo contrario, miente, porque los de aquí, los del país, no estarán hasta finales de mayo y sólo los habrá durante 20 o 25 días, no más. Son mucho mejores, sobre todo si se han criado entre hinojos, habas secas, que les dan un sabor dulce, o naranjos”.

Él llevaba 49 temporadas comprándoselos a tres generaciones de la misma familia de Medina, ¿la de Rafael El Casca” y para ello aseguraba que el secreto de unos buenos caracoles? Que sean de buena calidad, que estén muy bien lavados, tratarlos con mucho mimo y hacerlos a diario.

Y es que todos aquellos que lo prueban los caracoles son como la cerveza de grifo: cuanta más tires, cuanta más vendas, más fresca y más rica está.

El infarto que sufrió el pasado domingo no fue el primero, pues ya en 1992, le dio otro amago y le obligó a retirarse de las cocinas a las que llegó cuando uno todavía no ha empezado a ronear, con 11 años.

Orgulloso de sus orígenes, nunca ha escondido que Medina siempre ha sido buena denominación de origen para triunfar en la hostelería de Cádiz.

Vino al mundo en la Huerta de la Noria. Su abuela, Juana Montiel, ayudó a traerlo al mundo, porque la partera de Medina estaba en ese momento atendiendo a la mujer de un guardia civil. Era el primero de la clase, pero en la huerta La Noria hacía falta el dinero porque eran 11 bocas que mantener, así que su padre tomó la decisión de que él y su hermano Salvador fueran para la capital.

Fueron tiempos muy duros y jodidos. Pepe entraba a trabajar a las 10 de la mañana y no lo dejaba hasta las 2 de la mañana. Solo podía ver a su madre cada 4 meses y a su padre sólo una vez cada 30 días, cuando acudía hasta el bar donde estaba colocado para recoger las 450 pesetas que cogía el chiquillo y que eran agua de mayo para los que seguían en la capital mundial de los alfajores.

Ha sido tanta la fama, el cariño y el respeto a que se ha hecho acreedor en la capital gaditana, por su buen corazón, humanidad y ayudando a quienes se lo pedían que en 2012 fue reconocido y elegido por la Asociación de Reyes Magos de Cádiz, para representar el papel del Rey Baltasar.

Y es que como ha escrito el periodista, Carlos Medina, amigo personal de Pepe en un artículo de opinión “Cuando alguien fallece, sea o no conocido o superconocido, la frase más clásica y habitual que se escucha es “era muy buena persona”, aunque no se le conozca, tanto familiar, como social y empresarialmente. No es el caso de Pepe Parrado porque él sí que era muy buena persona, un cúmulo de virtudes, entre la humildad, saber estar, discreción y amabilidad que siempre le caracterizaron.
Un amante de Cádiz y un defensor de todo lo que significa su provincia y muy especialmente su pueblo natal, Medina Sidonia. Un emprendedor de numerosos negocios, todos con su sello profesional inconfundible por el que el público le ha correspondido en todas las etapas de su vida.

En 2012 encarnó al Rey Baltasar, en la Asociación Reyes Magos de Cádiz, y lo hizo como siempre con mucha humildad, sin afán de protagonismo y con una vocación de servicio encomiable. Era un trabajador nato y colaboraba con todos, por eso era habitual verle todos los años ayudando en el reparto de juguetes para los niños más necesitados. Estaba en los actos más significativos de la Asociación porque fue un Rey Mago que cumplió a rajatabla uno de los principios más importantes: trabajar por la campaña ‘Ningún niño sin juguete, ningún niño si ilusión’.

Pepe Parrado respetaba a todo el mundo y nunca le escuché una mala palabra. Le encantaba el Carnaval, la Semana Santa, la Hostelería, el Turismo y sin olvidar su Cádiz CF. Estaba siempre atento al Diario de Cádiz y muy orgulloso del reportaje que le publicaron el año pasado sobre los caracoles, una de las especialidades de sus establecimientos. Fue, al igual que sus familiares más allegados, fiel colaborador de todas las revistas de Línea 6, pero además era amigo entrañable que ya tiene que estar en la Gloria, el mejor sitio posible porque así se lo merecía.

Descansa en paz, amigo, y un fuerte abrazo a sus familiares, especialmente a su hermano Juan y a su hijo José Antonio.

 


 

Envíanos tus vídeos, fotos, denuncias y noticias por WhatsApp (645 33 11 00)


 

banner 300x300px f686e

Portal de Cádiz Social