Las típulas, comúnmente confundidas con mosquitos, son en realidad insectos benignos que juegan un papel crucial en la polinización de las flores. Estos insectos, pertenecientes al género extenso de Tipulidae, se distinguen fácilmente de los mosquitos por su tamaño, que varía entre 10 y 25 mm, y por sus patas largas y frágiles. A diferencia de los mosquitos, las típulas no son hematófagas y, por lo tanto, no representan una amenaza como vectores de enfermedades.
De distribución mundial, aproximadamente el 60% de las especies de típulas se encuentran en la región holártica. Presentan un color que puede ser gris, marrón, amarillento y, más raramente, negro. Los machos están equipados con ganchos en su abdomen, mientras que las hembras poseen un aparato ovipositor utilizado para depositar huevos en el suelo, una característica distintiva que facilita su identificación.
A nivel de hábitos alimenticios, las larvas de las típulas se nutren de raíces, contribuyendo de esta manera al ciclo de nutrientes en los ecosistemas donde residen. En cuanto a los adultos, se alimentan principalmente del néctar de las flores, asistiendo así en el proceso de polinización.
Dado su papel ecológico y la falta de riesgo para los humanos, es recomendable evitar matar a estas criaturas en caso de que entren accidentalmente en hogares. En lugar de eso, se aconseja devolverlas al exterior, permitiéndoles continuar con su contribución al ambiente natural, un aviso del que ha hecho especial hincapié la Policía Local de Arcos de la Frontera.
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