A veces debemos mirar a nuestro pasado y ver cómo hemos evolucionado como sociedad española desde el punto de partida de nuestras aulas en los centros educativos. Hemos cambiado y girado un poco el timón para poder llevar a buen puerto las directrices y un rumbo coordinado y estructurado la finalidad de la palabra en sí de “educación”. Esto ha sido gracias a ni nada más ni nada menos que a todos los autores e influyentes que hemos tenido en nuestra sociedad para hacer del conocimiento de los niños y de su aprendizaje un lugar más estable y seguro. Vivimos en un país donde, desafortunadamente, desde 1970 la política de nuestro país ha influido en nuestro transcurso educativo. Desde la Ley General de Educación (LGE) en 1970 y la Ley Orgánica del Derecho a la Educación (LODE) en 1985 hasta la actual en el Gobierno de Pedro Sánchez desde 2020: la Ley Orgánica de Modificación de la LOE (LOMLOE). ¿Por qué la educación, si de por sí es de lo más importante que tenemos como sociedad, tiene que depender de una Cámara del Gobierno? Estamos en pleno 2024 y, desgraciadamente, nosotros, como sociedad, estamos viviendo cómo el poder político hace leyes nuevas cada vez que un partido político llega al poder. Es verdaderamente retrógrada por nuestra parte dejar permitir estas atrocidades que, más tarde, se verá afectado nuestro alumnado en el día a día normal. Como bien dijo Ken Robinson, “el sistema educativo actual es anacrónico”.

Hemos vivido la transición de autores tan importantes como lo son Jerome Bruner con su teoría del aprendizaje por descubrimiento, John Dewey con su filosofía progresista y su defensa de la educación como un proceso de reconstrucción de la experiencia, Piaget con su teoría del desarrollo cognitivo, Howard Gardner junto a su defensa de las inteligencias múltiples… Y a día de hoy, seguimos en un país donde las directrices del alumnado y su aprendizaje vital, dependen de los de arriba.

Nos piden a nosotros, los docentes, que seamos estrictos con el currículum donde se establecen nuestras bases para poder sobrellevar una sesión de clase, y luego, en el mismo sitio donde nos piden seriedad, no se habla de valores, aspiraciones, sueños, creencias… que los jóvenes tienen en las edades más tempranas. Aprendamos a enseñar con el corazón y podremos construir verdaderamente una educación de calidad.

Miremos de nuevo a atrás. ¿Hemos evolucionado? Hoy en día siguen habiendo conductas de docentes que se creen superiores al niño. Seguimos viendo en el contexto del aula el típico escalón en la pizarra que hace elevar al profesor por encima de los alumnos. Los alumnos siguen sintiendo presión y ansiedad por una nota sobre diez en la esquina derecha de un folio que, según muchos, “es el medio más viable para poner a prueba nuestros conocimientos sobre todo lo aprendido en la materia”. El típico producto final que hacen algunos en sus Situaciones de Aprendizaje o lo incluyen dentro de la misma en alguna de las sesiones abordadas en lo que dura dicha situación.

Qué grande se nos queda la palabra “educación” y qué pequeña es España aún para ella. Con un poco de suerte, las nuevas generaciones de docentes, podremos cambiar todo esto. La verdadera transición está llegando.

 


 

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